Que la Verdad Encuentres - Parte I


Epailea - "La Jueza"
11ra Señora del Cielo



Parte I: Por Primera Vez


Después de los azti nacidos bajo el signo de El Agricultor, no hubo azti más útiles y queridos que los nacidos bajo la constelación de La Jueza. Sus poderes, si bien podrían considerarse simples, resultaron ser de gran ayuda en la historia del continente para forjar los países, los sistemas y las sociedades que lo habitaron. Estos azti poseían una habilidad conocida como Ona-jakin que les permitía saber cuál era la mejor decisión a tomar frente a una diatriba, lo cual les dio un reconocimiento como “Los Oráculos”. Era descrita por los mismos azti como un pálpito que sentían que los guiaba a la mejor decisión.

 Una segunda habilidad que poseían era llamada Egia-Irakurri, consistía en saber la verdad sobre cualquier asunto que se les presentasen, convirtiéndolos en depositarios de la justicia última. Además, la describían como una visión que les permitía observar la verdad detrás de cualquier acción o palabra.

Finalmente, la tercera de sus habilidades, las más excéntrica y poderosa, era llamada Nabaritasuna, y era la capacidad de rastrear cualquier cosa y determinar su paradero. La forma en la que la percibían era como una luminiscencia que formaba un rastro dejado por aquello que buscaban, guiándolos hacia dónde podían encontrarlo.

Ahora bien, y aunque no era una habilidad propiamente dicha porque no podían manipularla a su antojo, los Hijos de la Jueza lograban algo que los otros azti no podían: Vivir longevamente. Y no se trataba de vivir más de cien años, como lo hicieran reconocidos azti como Pasión de Parma; los Hijos de la Jueza podían vivir realmente muchísimos años, cientos, incluso, más de mil años. Psasamaleón y Pasión de Parma coincidieron en que esta capacidad era un subproducto de sus habilidades, pues al saber siempre cuál era la mejor decisión, cuál era la verdad y cómo encontrar lo que buscaban, podían llevar una vida increíblemente sana y alejada de cualquier cosa que les hiciera daño o acortase su existencia. 

Otra extraña condición de estos azti es que eran los segundos menos frecuentes en nacer, solo superados por la anomalía de los Hijos de La Madre; cuando muy frecuente, nacía uno cada doscientos o trescientos años. Pasión de Parma explicó esta singularidad a través de su longeva vida: 

Al escapar por tanto tiempo de la muerte, rompen el “ciclo natural de los azti”, pues que uno nuevo nazca, otros debemos morir. Y aunque no existe una ley numérica respecto a este tema, es la única explicación, ya que no hay una limitación astronómica, como lo es el caso de los nacidos bajo el signo de La Madre.

Con estas rarezas, los pocos azti nacidos bajo el signo de La Jueza, vieron nacer y morir a reyes, ciudades, reinos e imperios; vieron hombres ir y venir, vieron azti aparecer y desaparecer, y permanecieron inmunes a la dominación de los hombres y sus egoístas deseos. En las épocas doradas, algunos fueron la voz y el voto de reinos enteros, hicieron prosperar tierras con sus decisiones, y fueron la fuente de todo decreto de los gobernantes del continente. Incluso, otrora, mucho antes de los primeros imperios, mucho antes de la aparición de Lurgorria, las leyendas cuentan de la existencia de un templo llamado Egiakotxea, donde una orden de longevos azti de La Jueza servían de consejo y guía para todos los reyes y señores del Continente y las Islas. Pero este templo y su función desapareció tras las Guerras por Las Estrellas, justo cuando apareció Lurgorria, y desde entonces, pocos fueron los azti jueces que nacieron.

El último del que se tienen mención fue conocido y entrevistado por Psasamaleón, un azti llamado Koldo Eguzkizuria quien decía tener cerca de mil años y aseveraba que no era el único de los jueces que quedaba vivo, pero que, por razones que no podía revelar, los otros habían decido permanecer ocultos. Lo cierto es que mientras Koldo estuvo en Aztikás aportó una cantidad enorme de conocimiento a la academia, principalmente histórico, pero también práctico. Muchas de las prácticas universales de la magia nacieron con Psasamaleón, sí, pero incluso Pasión de Parma aseveró que se debía a la influencia de Eguzkizuria.

Pero, así como apareció repentinamente un día a las puertas de Aztikás, también se fue un día tan solo con un breve adiós y, después de esto, nadie volvió a saber de él, ni se supo de ningún otro azti de La Jueza, ni en el continente ni en las islas. Incluso, numerosos fueron los intentos fallidos de la Hazkuntza para cultivar azti de este signo. Aun cuando los Linajes Astrales fueron correctos y las horas de nacimiento exactas, no fue posible hacer que ningún Mamu apareciera en el lecho de parto, sospechando entonces que la información de Psasamaleón y las hipótesis de Pasión de Parma eran correctas: Aún vivían azti bajo el signo de la jueza y eran, de alguna manera, numerosos. Y aunque las prácticas lurgorrianas de localización fueron aplicadas, tal y como pasaba con la búsqueda, por ejemplo, de Ardilurra, no había signos de su existencia por ningún lado, y para la Hazkuntza esto se convirtió en un proyecto frustrado.

  Lo que no sabía la hazkuntza es que, en el último año de la Jueza antes del gobierno de Pavadeva, un mamu completamente negro- se posó sobre el lecho de parto de una isleña en un pequeño archipiélago al Oeste del Continente. En estas islas remotas, donde casi nadie llegaba, de donde casi nadie salía y cuyo contacto con el resto del mundo era esporádico y pasajero, aquella ave causó conmoción entre sus poquísimos habitantes. Estuvieron a punto de matar al ave, que pronunció palabras inentendibles y cuyo tamaño y colores les hicieron pensar que se trataba de algún espíritu maligno, de no ser por una mujer muy vieja, la única que alguna vez había salido de la isla, que explicó la naturaleza de aquella presencia sobrenatural. Y es que nunca ningún azti había nacido en aquel remoto paraje y ninguno de sus habitantes, excepto aquella vieja, había escuchado hablar de uno.

Astarán fue el nombre de aquel niño bendecido por el cielo, derivado de Astanor, el nombre con el que el mamu se presentó en lengua de los habitantes de aquella isla. El niño creció sin mucha comprensión sobre su naturaleza, más allá de las historias que la vieja contaba sobre los fabulosos y poderosos azti del continente. Así que su única diferencia con el resto de los pobladores de aquella isla era que a donde fuera, Astanor lo seguía.

El que Astarán hubiera sido un azti, elevó las expectativas de quienes lo rodeaban, y durante gran parte de su niñez fue acosado para que cumpliera con sus poderes con aquellas cosas fabulosas que la vieja contó cuando nació. Pero tal acoso fue en vano, pues el niño no era consciente de sus habilidades ni de los alcances de estas. Poco a poco esto generó decepción en los isleños y al final, esa decepción se transformó en rechazo. Como bien es sabido, los lugares pequeños suelen estar habitados por mentes pequeñas. Esto dio como resultado que Astarán se convirtiera en una isla dentro de la isla. Pero, como no hay mal que por bien no venga, en ese aislamiento, descubrió una primera habilidad especial: Podía conversar con Astanor.; así que, el mamu se convirtió en su principal confidente, siendo su amigo, su guía y, aún más, su maestro.

Resultó que, por extraordinario que parezca y en desconocimiento de Astarán, Astanor decidió enseñarle todo lo que debía saber sobre sí mismo y sobre los otros azti, compartiendo con él los secretos acumulados por miles de generaciones de mamu, interconectados entre sí en el Plano Sideral. Entonces, el azti isleño, a la corta edad de catorce años, alcanzó a comprender la composición del mundo, desde la mismísima fuente de su existencia. Y pues, de entre las primeras cosas que Astanor le reveló a Astarán estuvo el origen de los azti y su propósito.

Astanor le explicó que los azti eran hijos de las fuerzas creadoras del universo, los recipientes del poder de estas fuerzas para interceder en la creación y mantener el equilibrio.

-El universo tiene un equilibrio:- le explicó Astanor -hay fuerzas que crean y fuerzas que destruyen, fuerzas que empujan y otras que atajan, fuerzas que suben y fuerzas que bajan, y en medio de esa lucha existe el mundo. Ustedes, los azti, son la encarnación del orden que garantiza que esa lucha sea equilibrada y, por tanto, que el mundo exista. Pero muchas veces estas fuerzas son tan parecidas que pueden confundirse unas con otras, y allí entras tú, con tu poder para encontrar la verdadera naturaleza de las cosas.

Con esta primera enseñanza sobre sus poderes, Astarán comenzó a diferenciar entre el orden y el caos, siendo capaz de saber si las consecuencias de las acciones desembocarían en equilibrio o desorden. Como recomendación de Astanor, lo aplicó principalmente en su vida y en la de su familia, permitiéndole esto evitar problemas, mejor la situación de sus padres en la isla, evitar enfermedades, malas cosechas e incluso prepararse para las temporadas de tifones que, año a año, afectaban tanto a la isla.

Poco a poco Astarán fue ganando el respeto de los isleños y, con el pasar de los años, se convirtió en un oráculo de justicia y prosperidad para la isla, la cual creció bajo el ojo de su sapiencia. Pero al margen de esta victoria, el mundo a sus afueras convulsionaba de formas que aquella remota isla ni se imaginaba. El primer indicio de que algo pasaba fue disminución de la frecuencia de los barcos que atracaban en los puertos de la isla, afectando considerablemente la economía isleña, empujándolos a una autarquía. Cada año eran menos los barcos que llegaban, al punto que hubo un año que solo un barco visitó la isla, luego, desaparecieron por completo y durante casi doce años no vieron a ningunas nave pasar, hasta que durante un año de El Sabio una pequeña embarcación, llena de mujeres y hombres malheridos, atracó en el puerto, y allí descubrieron la verdad de lo que ocurría en el resto del mundo: Había surgido un nuevo imperio, regido por el autoproclamado “Emperador Celestial”, y este se había apoderado de los archipiélagos administrados por la Autoridad y ellos eran los sobrevivientes del último enfrentamiento naval que sostuvo el la Armada de las Islas del Norte. 

    Entre los sobrevivientes se encontraba una azti, Hija de El Navegante, llamada Abisamara y su mamu llamado Manor. Al descubrir su naturaleza fue llevada inmediatamente ante, el ya adulto, Astarán. Para el azti juez fue una grata sorpresa encontrar alguien de su tipo y al mismo tiempo le produjo gran curiosidad. Tras interrogarla, se enteró de todo lo que estaba ocurriendo más allá del mar: El Imperio de Pavadeva se había extendido por casi todas las tierras del continente, la Autoridad de los Archipiélagos se había convertido en tributaria y subyugada a la voluntad del emperador, y los pocos reinos libres que quedaban al Sur y al Oeste, resistían con precariedad a la presión. Pero, cuando intentó consolar a la muchacha, ahogada en llanto por tantas pérdidas sufridas, descubrió a través del tacto una verdad aún más turbia: Ante sus ojos, y proveniente de las heridas de Abisamara, encontró rastros de un energía distorsionada, ajena al mundo y al orden, y logró identificar el caos en ella. Astarán contempló la verdad expuesta en la consciencia de la navegante y observó a través de ella los males de la Hazkuntza, la destrucción de ciudades y la magia abusiva de color púrpura que manaba de los soldados del ejército imperial, y entonces, ambos azti entraron en sincronía y sus mamu danzaron sobre ellos, y una música sublime llenó sus oídos, sumando sus poderes, siendo los dos capaces de dar una mirada al futuro.

   Astarán y Abisamara supieron que ya ni siquiera en la isla estarían a salvo porque, dentro de dos lunas, la flota del Imperio llegaría a aquel remoto paraje y al encontrarlos, los secuestrarían. Abisamara, cuyo mentor, Ipasmael, había sido el último Isleño en estudiar en Aztikás, logró interpretar aquella verdad y le explicó a Astarán la naturaleza de su identidad, lo que se sabía de los azti de La Jueza, y así mismo le transmitió todo el conocimiento que ella tenía sobre sí misma y sobre los otros azti, a través de la música que resonaba en su interior.

Para el hijo de la jueza resultó ser una verdad incómoda; En efecto, de no abandonar la isla antes de que se cumpliera la segunda luna, entonces su futuro sería terrible y estaría obligado a cometer actos en contra de todo lo que creía. Pero había algo peor en aquella revelación: Su isla y los isleños que serían sometidos y expuestos a un mundo contradictorio, en el caso de que él decidiera irse. Pero antes de tomar cualquier decisión, decidió irse a un lugar retirado, a la zona más alta de la isla para conversar con Astanor.

-Me has enseñado tanto y he vivido tan bien hasta ahora, querido Astanor.- expresó con pesar Astarán-Pero ahora, el mundo en el que he vivido va a desaparecer de manera abrupta y todo lo que ocurrirá de ahora en adelante estará lleno de oscuridad ¿Cómo es esto posible? ¿Qué debo hacer ahora?

   Ambos miraron el mar, en silencio, por un largo rato hasta que Astanor finalmente decidió hablar.

-A diferencia del mundo humano, nosotros-hizo referencia a ambos-existimos de manera efímera y con un propósito. Nuestra existencia se debe a la creación, al orden y al caos. Pero a pesar de esto, somos sometidos a la vida terrenal para que entendamos la verdadera importancia de nuestro rol.

-Es decir que no tenemos elección- concluyó Astarán.

-Oh, sí la tenemos- aleteó Astanor- Pero, elegir tiene consecuencias. Los cielos nos han bendecido con la posibilidad de saber cuál es la mejor de las elecciones, de entre todos los seres que se han creado, y por ende, muy en lo profundo, sabes qué es lo que debes hacer.

-Sí, lo sé- confirmó Astarán.

-A diferencia de otros-señaló con sus alas hacia el continente- que han elegido un camino de desorden y abuso, nosotros sabemos cuál es el camino correcto y por eso es tan importante que sigamos existiendo. 

-Es una encrucijada-compartió Astarán.

-Sí-respondió el mamu-tan solo si ves solo lo que tienes ante tus ojos. Mira dentro de ti, quizás encuentres una verdad más profunda que la que acabas de presenciar. Medita y abre tu mente hacia aquellos rincones a los que nunca lo has hecho. Abisamara te puede ayudar.

Astarán hizo caso al consejo de Astanor y volvió con Abisamara, a quien le pidió ayuda para meditar. Para esto, la hija del navegante le pidió conseguir un lugar tranquilo donde hubiera una abundante cantidad de agua, a fin de que pudiera canalizar la energía suficiente para elevarlo a un mejor estado de conciencia. Astarán la llevó, entonces, a una pequeña laguna situada en los altos de la isla, un manantial tranquilo y lleno de paz. Justo allí, Abisamara le pidió que se sumergiera en la laguna, que intentase flotar en el agua y cerrase sus ojos. Una vez hecho esto, la azti navegante comenzó a entonar una canción suave pero rítmica, al principio parecía solo una canción de cuna, pero a medida que las notas ascendía, la canción iba tomando forma e iba calando en el interior de Astarán.

Abisamara entonces pronunció unas palabras:


 Ur kanpoan

 Abesti gunean

 Egia artean

 Bare dagoenak

 Buru ulertzen duenak

 Bihotza sentit…


Pero antes de que terminara la recitación, Astarán ya había ascendido. Su mente se elevó a tal nivel que entró en contacto con todos los que le habían precedido. A través de la mente colectiva que yacía dentro de Astanor, puedo encontrar a todos Los hijos de La Jueza a los que su mamu había servido, y le fue conferido un gran secreto:


“En el principio, cuando todas las fuerzas del Universo convergían, Doce Señores Guardaban la Creación, pero un día, una fuerza externa al mundo quebró la existencia misma, atravesando a cada ser en el mundo, creando una fractura tan poderosa que partió a la mitad el Universo, el Baramendu. El quiebre fue tan poderoso que incluso dividió a los Doce Señores de la Creación, entre sus partes claras y oscuras, y de un lado quedaron Los Doce Señores que Rigen el Cielo, y del Otro lado, los Doce Señores que Rigen el Abismo. Durante Eones, la separación entre ambos mundos fue tan fuerte que tomaron caminos diferentes y se volvieron irreconciliables, y cada vez que algo de energía permeaba entre un reino y el otro, solo se generaba caos absoluto. El Reino del Abismo, siempre pujó por ingresar al Reino Sideral y para ello crearon a sus guerreros: Los Bidutzi. Así ocurrió la Guerra Sombría que motivó al Gran Descenso de las Estrellas y el nacimiento de los azti, Los Guerreros del Reino Sideral. La Guerra Sombría cesó, cuando los Doce Señores del Cielo crearon al Handazti, quien logró sostener el poder del cosmos para reestablecer el Baramendu. Sin embargo, con el paso del tiempo y cíclicamente, el Baramendu se rompía, entonces los 12 Señores del Cielo, decidieron crear los Ciclos de los Azti, para que así, cada vez que fuera necesario, un Handazti naciera. Pero este ciclo se mantenía en secreto y siendo los Pescadores los únicos capaces de saltar entre los mundos, se les adormeció su poder para no alterarlo. Ahora, un azti se ha vuelto en contra de lo establecido y ha roto el ciclo del Baramendu.


Tú deberás, Astarán, encontrar al Handazti para que así se reestablezca el orden del mundo”.


Astarán despertó de golpe, sintiendo que había pasado una eternidad, pero lo cierto es que apenas y se había sumergido. Miró a Abisamara con determinación y musitó: 

Sé lo que tengo que hacer pero no tengo la más mínima idea de cómo.

¿A qué te refieres? - Abisamara, confundida, preguntó.

He tenido una revelación, debemos encontrar a alguien, pero no tengo ni idea de cómo comenzar. Se supone que puedo encontrar lo que sea que busque, pero ¿Cómo sé quién es esta persona que debo buscar?

Astarán contó a Abisamara con detalle lo que había observado en su revelación, contándole el secreto del inicio del mundo y la naturaleza salvadora del Handazti. 

Podríamos intentar un Argi-gune. Aunque, dada la magnitud de la búsqueda, requeriría muchísima energía. No sé si logres soportartlo - Abisamara miró al mar preocupada y una idea surgió en su cabeza - pero… yo conozco al sonido del Mar, yo podría tocar su música y hacer del Mar nuestro conducto.

Pero ¿Y si no está en el Mar? - preguntó Astarán desconcertado.

¿No lo ves? - su mirada tomó un brillo casi estelar - El mar no es más que la forma más extensa del agua, pero el mar toca todo lo que existe, incluso lo que no toca realmente.

No estoy entendiendo - la confusión aumentó en Astarán.

El mar es el inicio de los ciclos del agua, a él se conectan los ríos, a él se conecta la lluvia. Si fuéramos capaces de canalizar un Argi-gune  a través del Mar, podríamos encontrar a quien sea.

Pero no tengo ni idea de cómo usar la magia, nunca fui entrenado - cayó una sombra sobre Astarán.

No importa, yo te guiaré. Debemos ir a la orilla del Mar.

Y así lo hicieron, tan rápido como pudieron, fueron a la orilla del Mar y allí Astarán siguió al pie de la letra las indicaciones de Abisamara. Invocaron las palabras, una a una y el hijo del juez se elevó sobre la superficie del Mar, mientras hilos conductores de agua ascendían a su alrededor en dirección a su mente: Y por primera vez, desde su nacimiento, Astarán pudo ver el mundo. Todo aquello que había sido tocado, era tocado y sería tocado por el agua, estuvo ante sí. Su conciencia se expandió y observó todo lo que jamás había podido observar. Buscó, y buscó a través de cada gota de agua, cada riachuelo, arroyo, río, lago y mar, su visión lo llevó hacia el fondo de las cavernas, de la tierra y de pronto, se topó con algo que jamás había pensado: Debajo de la tierra, en pleno centro del continente, existía una ciudad, enorme y llena de vida y en su centro un grandísimo poder, podía sentirlo y entendió que, quizás, sería el Handazti.

Astarán fue expulsado de su visión gracias a Astanor, quién debido al dolor y el peligro de muerte, lo salvó. 

-Argi-gune es peligroso por tiempo prolongado - telepatizó Astanor - solo los Hijos de la Reina pueden usarlo sin dolencia. 

-¿Has visto algo? - preguntó Abisamara - ¿Has encontrado al Handazti?

- He sentido un gran poder oculto bajo la tierra, pero no estoy seguro si lo que he visto ha sido el Handazti. Sin embargo, tengo la sensación de que debemos ir allá.

-Ona-Jakina - susurró Abisamara - ¿Puedes ver el camino que debemos seguir? 

-¿A qué te refieres? - preguntó Astarán.

- Según los registros de Aztikás los Hijos de la Jueza pueden ver un rastro exíguo, como una niebla brillante que los guía a dónde deben ir, lo llaman Nabaritasuna.

Astarán miró con detenimiento a su alrededor y entonces la percibió. Era apenas un hilo débil que se extendía hacia el horizonte, más allá del Mar.

-Ahí está, lo estoy viendo adentrarse al Mar. En esa dirección - señaló hacia el Este.

- Hacia el Continente - confirmó Abisamara.

Entonces, la Navegante agitó sus manos y pronunció unas palabras:


Buruko errealitatera 

Nahi duguna egiten dugu


Varios elementos de alrededor, árboles, piedras incluso agua del Mar se arremolinaron y rápidamente, ante sus ojos, formaron una especie de barco.

- ¿Así es como se construyen los barcos? - preguntó algo incrédulo, Astarán.

- No - rió Abisamara - Esta barcaza nos permitirá llegar al Continente y nada más. Las materializaciones tienen un gran problema y es que tienen tiempo de expiración. Cuando las convocas, por lo general, no duran más de cinco días  y consumen mucha de tu propia energía.

- Pero en cinco días no llegaremos al Continente, según sé - afirmó Astarán.

- Con ritmos de navegación normales, eso es cierto. Pero recuerda, soy una Hija del Navegante y el Mar es mi sirviente. 


Subieron a la barcaza, sin despedirse de nadie y con apenas unas pocas provisiones. Astarán decidió que esa sería la mejor manera, tan solo desaparecer para evitar las explicaciones y el dolor que causaría todo lo que se avecinaba. Por primera vez, en toda su vida, abandonaría aquella Isla, para nunca más volver. 


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